
Entre el brillo y gran puesta en escena de las comparsas, las «Llamadas de la Avenida» merecen un llamado de atención por el deslucido que provocan los cientos que caminan entre el espectáculo.
La edición tuvo su brillo: el de las vedettes, las cuerdas bien armadas, con buena sonoridad, los coros de algunas, las gracias de otras, lo colorida y abanderadas de la mayoría y elegante de algunas más.
Pero ni la televisión se salvó en cuanto al público marchante. Se atravesaron en absolutamente todo lo que había a su paso. Niños, adolescentes y hasta algunos grandes. Impedían el baile, el disfrute de los artistas que debían preocuparse por no pechar a quienes caminaban en contra. Obstruían la visión de aquel que llevó su silla, molestaban, trancaban, y todo con absoluta libertad.
Peor aún, había vallas en algunos puntos donde justamente la barrera ordenaba. Pero era en pocas cuadras, en la mayoría ausencias. Obvio que habia pocos funcionarios para controlar este tipo de asuntos. La policía para la seguridad y la intendencia para el orden de los grupos carnavaleros, quejándose claro, como todo mundo, de estar sobrepasados por la presencia de transeuntes. Tantos o más que los conjuntos.
«Acá no aprenden más. Pasá acá nomás», comentó a FloridAdiariO el integrante de un conjunto carnavalero que fue primero en la capital del país y vino a tratar de apreciar lo nuestro, pero quedó con la decepción de «ese público» que se comporta fuera de todo espíritu festivo.
Por eso, esa «Llamada de la Avenida» que mucho se elogió anoche por la presencia de público, por los conjuntos, por el orden en cuanto a su presentación, por el retumbar constante y alegre del borocotó chas chas, merece una llamada más, para que el próximo año pueda alegrar a todos y no dejar ese sabro agridulce.