Enciso mandó «una señal clara» cesando a Jacqueline Dárdano. La decisión le recordó al resto que él y sólo él tiene el timón. Actuó además cuando el discurso y las denuncias de la ex directora lo ilegitimaban ante un amplio sector de su electorado.

OPINIÓN / Emilio Martínez Muracciole 

Una decisión puede tener una carga superior a la que deja ver a simple vista.  Puede tener tanto contenido en lo que dice, como en lo que no dice. Cesar a Jacqueline Dárdano de la Dirección de Desarrollo Social de la Intendencia de Florida fue “una señal clara de que aquí se sigue gobernando”. Esas palabras, aunque han pasado desapercibidas en medio de la parafernalia generada por la descarga previa y posterior de cada una de las partes, las dijo Carlos Enciso, casi al comienzo de la conferencia de prensa que dio para comunicar la decisión. Dejar bien claro que él tiene el sartén por el mango es fundamental en casos como los suyos, en los que pretende ser la figura dominante de un colectivo que camina con él como único líder, pero que como colectivo tiene sus tensiones internas. Éstas, en campaña, siempre se hacen más visibles, se intensifican, tanto que en ocasiones se vuelven incontrolables.

Enciso había lanzado días antes el aviso para su gabinete: el que critica públicamente a un compañero de equipo, se va. No cumplir con lo amenazado sería un error estratégico si pretende conservar la solidez del liderazgo; de estrategias Enciso va rumbo al máster. No es que haya sido precisamente ‘La razón’ para excluir formalmente a Dárdano, a quien ya venía excluyendo de hecho en lo que la ex directora denunciaba como un “desmantelamiento” de su área y una quita de potestades, de comunicación directa, de participación en el equipo y decenas de etcéteras. Parece claro que el divorcio tiene una raíz multicausal; sobra acumulación.

El avispero. Enciso tiene trabajando para él a un grupo de precandidatos a la diputación (o a un segundo lugar a la diputación) midiendo fuerzas y desnudando ya algunos mensajes que intentan ser dardos teledirigidos a competidores, pero que pueden generar conflictos internos con secuelas que afecten al propio líder. La señal de mando, el dejar claro que él “sigue gobernando” (sería interesante analizar por separado el verbo ‘seguir’ y la inclusión del mismo en la frase), era necesaria no sólo para terminar de sacar a Dárdano de la troya (lo que muy posiblemente tuviese previsto para después de mayo, o después de ver cuánto marcaba en los comicios de 2014; en los hechos la propia Jacqueline admite saber que es ‘usada’ para las campañas) sino también para refrescar la memoria de quienes están en puestos similares, aunque en pujas aparentemente diferentes. Enciso sabe, sobre todo, que así como lo solidifica como conductor el tomar la decisión, es un riesgo que medidas así se tornen frecuentes, porque podría transmitir inestabilidad. Tomó ésta incluso teniendo claro que para la estrategia de acumulación necesitaba conservar a Dárdano. Pero en la balanza fue más importante dejar claro que el timón es suyo, y que los demás ‘siguen’ siendo marineros.

Cesar a Dárdano pareció una fría decisión jugada en medio del calor; pero aun así, ­fría.

Excluida, postergada y debilitada en sus poderes, Jacuqeline Dárdano fue bastante más allá de la raya que había marcado el intendente. Aunque intentara pegarle a la secretaría de Enciso por la elección con criterios clientelares de quiénes ingresan a una ONG, le estaba pegando al propio Enciso. Lo hizo también cuando se quejó por priorizar inauguraciones de pavimentos y luminarias “mientras (por otro lado) hay gente con hambre” y no son atendidas sus necesidades, según el discurso de la directora saliente. Es claro que Dárdano necesita que las tensiones sean las de las sociedades tradicionales para ubicarse en un lugar bien visible, evitando que el debate se concentre en las más complejas que multiplican -pero hacen más difíciles de divisar- las sociedades modernas. El autodefinirse como la defensora acérrima de “los pobres”, manejando incluso en varias oportunidades el posesivo (“mis pobres”), en contraposición a “los que van a fiestas” y a ámbitos de corte aristocrático, marca –aún sea inconscientemente- un quiebre claro, con unos de un lado y otros del otro, y donde ella se irgue como la abanderada de los desposeídos. Enciso, por su parte, necesita manejar eufemismos en un escenario más amplio, teniendo una “fuerte acción” en “lo social” (tal como enfatiza él mismo), pero trabajando para un público diverso que comprende desde el descalzo al “copetudo de riñón cubierto”. La trascendencia de Dárdano con su discurso rompe con la idea del “todos juntos” que abrazó Enciso para ganar en mayo de 2010. Pero por sobre todo, hacer un corte dicotómico y tirar desde la propia Intendencia el mensaje que desde la centralidad no se “hace nada” por “los pobres”, es ilegitimar a Enciso ante una buena parte de la cobertura de su paraguas; de su electorado.

Atenta contra La figura. Enciso había alertado que quien criticara públicamente a compañeros directores quedaba afuera, y Dárdano fue un poco más lejos: lo incluyó al propio intendente. Apuntar que las inauguraciones lo tienen a Enciso como figura y no a los directores que trabajaron en el proceso que derivó a ellas, es pegarle en un punto neurálgico de la ‘gran estrategia’. Hacer ver lo que suele pasar desapercibido pero que tiene una carga muy fuerte, por ejemplo que los spots institucionales hablan de ‘gestión Enciso’ y ya no de ‘departamento abierto’, es pegar también en ese mismo punto neurálgico de la estrategia macro del jefe comunal. Esos movimientos (con cierto aire neopopulista), que lo tienen siempre como el que inaugura pero rara vez como el que digiere directamente los rezongos de vecinos (el caso de las viviendas del Sitio Pintado es un ejemplo claro); que lo vuelven a él ‘La Intendencia’ en carne y hueso (el spot de fin de año marcó un punto de inflexión en ese sentido), le agregan un plus a la valoración de la figura, fundamentalmente en base a la comunicación; tanto en la publicidad como en la agenda de los medios, sea o no como parte de una propaganda camuflada.

Dárdano fue demasiado lejos, y Enciso refrescó que él tiene el mango del sartén. Se lo recordó a ella, y de paso a otros.