Por Juvenal

«Que no reine aquí Príapo, numen impuro, sino su hermano Himeneo, protector de los castos afectos.» (Armando Palacio Valdés – «El origen del pensamiento»)

Juvenal estuvo recordando sus épocas de ser viviente en carne y hueso, en el esplendor de su patria romana, cuando era coronado como el rey de la sátira. Hermosos días aquellos, en que la voluptuosidad de la piel permitía a Juvenal el placer del sexo, la risa sonora, y el goce de los cinco sentidos entre la siete colinas de Rómulo y Remo.

Pero Roma fue devorada por los bárbaros. Ocurrió lo imposible, como siempre.

Y antes, había caído la mater griega. La del fálico Príapo y el idílico Himeneo.

En este otoño altardelapatriadense, se huele el vaho de una nueva decadencia: la del reino erigido por Enciso. Cayó el muro levantado por Hermógenes en su trono. Pero no para permitirle ver la realidad y tomar las ansiadas medidas que la polis (al decir del nuevo Enciso) ansía. No. El muro de Hermógenes cayó para posibilitar su despavorida huida.

El terror parido por la horrenda embarrada repetida, es terrible.

No es para menos. Hermógenes ya había demostrado su total mediocridad. Lo único que lo seguía atando a su poltrona era su sueldón y su obsecuencia, y el capricho de Enciso para con él. Cuando aconteció la muerte de un joven en el prado sin inspectores, sin ninguna medida de contención, y sumido en la penumbra de la ilusión magnética pajarera, Juvenal pintó al «pobre» de Hermógenes rodeado de un muro de pesados e inamovibles adoquines de «yo no puedo, ni nadie va a poder».

Lugar de una lomada ya retirada en Avenida Artigas. Foto: Daloxhechoradio

La desidia se cobró la vida de un menor, y dejó a otro al borde de la muerte. Pero la soberbia de Enciso, que no removió al inoperante, posibilitó ahora un nuevo accidente que casi vuelve a enlutar a la familia floridense. La tonta superficialidad de Hermógenes colocó asesinos «reductores de velocidad», sin colocar la cartelería imprescindible, y en la penumbra que envuelve a nuestra polis no alumbrada por la ilusión magnética pajarera.

Hoy, la soberbia pajarera lo hizo graznar, otra vez, que ÉL tiene la verdad en un puño.

Pobre pueblo. Pero tiene el gobierno que se merece. Como siempre.

Los que se suponía que iban a «hacer lo que había que hacer», tienen a la ciudad sumergida en una crisis nunca vista. Por si fuese poco, pregonan altivamente su inutilidad, diciendo que si ellos no pueden, nadie va a poder.

Facilongo y peligroso.

Sí. Terrible confabulación la que ha aplastado a la Florida que era florida.